lunes, 20 de marzo de 2017

Herbario
Juliana Bonacci
Zindo & Gafuri - 2015


Cuando el sol está en su cénit
arrojo flechas de artemisa
hacia los rumbos posibles
de la rosa de los vientos.
Así protejo mi casa.
En los tiempos en que parece que
todo sale mal
pongo siete hojitas secas en una
píxide con figuras rojas y dejo
las intenciones mágicas en
la habitación del silencio.



Diario de la magia


                                                                                 Es mundo vegetal que vemos tranquilo, tan resignado,
en que todo parece aceptación, silencio obediencia,
recogimiento, es por el contrario aquel en que
la rebelión contra el destino es la más vehemente y obstinada.
Maurice Maeterlinck (La inteligencia de las flores)



Me acaba de llegar un libro de poemas, tiene tapas de tela blanca y bordado sobre la tensa superficie: Herbario Juliana Bonacci, más abajo una flor de tres pétalos. El punto del bordado parece una cadena que se extiende como enredaderas, el hilo es verde y todo anuncia un jardín. La edición del libro es tan preciosa que pensé sería su único ejemplar, que por una confusa y alegre coincidencia sólo yo podía asegurar su existencia. Treinta y dos poemas y treinta dos prosas paralelas conforman su interior, Juliana escribe dos voces que se reúnen o se alejan según cambien los humores o los sentimientos. Un macro mundo, el de los poemas, donde los augurios florales tejen el destino, el amor, lo que va y viene, el viento y la tristeza. Debajo de cada poema una prosa científico-literaria, mágica, ordena esas pasiones, las descubre y las protege. Visualmente podría decir que los textos inferiores son la tierra y los poemas plantas que de allí nacen, sus hojas, tallos y flores.
La voz de ella, de Juliana, imita los diagramas vegetales, los acompaña en los movimientos de las estaciones, juega a que es y no es, como Heráclito en el río, parte de su jardín inventado. Percibo la ensoñación de su deseo como sí intuyera, en tramas de pétalos lejanos, su inhóspita pertenencia al mundo humano. Las flores, nos desnudan frente a la enigmática existencia de lo que hay ¿de dónde han aparecido esos olores extraños que ellas evaporan? ¿Cómo llegaron a sanar el horror de un mundo que se apaga cada noche?
Las floraciones, las semillas, las raíces y el sol que alumbra, necesitan una dedicación especial, como Minerva paciente Juliana describe los hechizos de primavera y la estación del hielo. Conoce lo ciclos, las palabras que las despiertan, los significados entre el sueño y la realidad, lo que vemos y lo que finalmente existe. Guarda en su Herbario un secreto milenario y extranjero, una multitud de ilusiones diagonales a la zozobra del trabajo y el mercado. Anuda Juliana el pasado con el espacio y resulta la visión de un mapa único, donde lo que crece habla la voz del misterio.
Una tradición de naturalezas literarias ampara su Herbario, las barrocas praderas Marosa Di Giorgio, la enigmática mirada  de Clarise Lispector, el imaginario de Arnaldo Calveyra, los ríos vegetales de Juan L. Ortiz, las formas precisas de Circe Maia. En esas constelaciones alumbra y crece, único y singular, el delicado Herbario.