domingo, 29 de octubre de 2017

Las intemperies del mar

Las intemperies del Mar

Diego Roel

Editorial de todos los mares (2017)



4
¿Qué turbio río nos llevó?

La frase escrita en un muro
Debajo de la rueda hace girar al tiempo,
Debajo del arco donde duermen los caballos.

¿Qué mano nos retiene y suelta?

El sol se sumergirá detrás,
                                          dice la voz,
en la mejilla de un cetáceo.





Materia y despojo


El Timeo es un fascinante libro de Platón donde imagina una cosmogonía musical y el nacimiento del universo, las esferas en la más plena armonía. Todo lo que existe es contemplado en ese origen exacto, de números y partituras; también, el ser como unidad de lo que existe, se vislumbra. El ser se define como una medida exacta en lo ilimitado, un fragmento del todo que se condensa en esos límites. Ser es, necesariamente, poseer una forma determinada en el gran contenido de lo que hay.
En el hermoso poemario de Diego Roel, también existe una medida para el ser y una extensión para esa materia infinita. Se dispone un juego lógico pero extraño donde el mar y sus versiones paisajistas se congregan en la dispersión de lo abierto, y la palabra es la voz certera del ser que distingue en los límites. Esa forma o dibujo proyectada como habla, vocablo o lengua no es estática, viaja, recorre un mundo se ordena a la intemperie, ese ser experimenta las oleadas de un vaivén interior, de una imagen de sí mismo que no se detiene. La luz, la ceniza, el rayo, la piedra, la sombra, la niebla y el aire modifican la dimensión superficial del ser, el habla, sin embargo, retiene lo igual y en esa dialéctica las intemperies del mar, son un mundo.
En cada viaje por ese extenso mar de la materia la transformación opera múltiples operaciones, el ojo del poeta es un portal de direcciones fugaces, certeras, solitarias. Como un fotógrafo en tierras desconocidas reconoce cuerpos y escenas en “la escarcha”, por ejemplo: Los niños descienden al jardín donde los muertos cultivan la flor de la distancia. La memoria, el fragmento discontinuo de la conciencia, se acopla a ese ser que habla y se afirma en cada singularidad descubierta. Entre esos vaivenes de materia y ser, de igualdad y transformación se construye un espacio poético, una vibración intuitiva de la presencia.

Los lugares, las cosas, el paisaje son también pequeñas y micro-medidas en el horizonte   expansivo, aunque contenido, del ser. Los ojos y la lengua construyen y pronuncian la imagen y la palabra, la huella que se adosa a nosotros para alojar en nosotros el afuera. Inclusive a las intemperies arrasadoras, con sus sinuosas barrancas de despojo.





lunes, 16 de octubre de 2017

El bosque de las mujeres amadas
Mariela Laudecina
Editorial Buena Vista


Se evapora la embriaguez
y se abandona el bosque
Respiramos largo
con la sensación injusta
de haber trabajado
y no haber sabido para quien
Lo confunden con el jardín de las Delicias
nada más alejado
Nos adentramos en la espesura
sin preguntar
eso sí
capaces de la erupción
dolorosa de lo que nace




En su boca las raíces florecen

Un sudor frío me resbala hacia abajo y un estremecimiento
se apodera de todo mi cuerpo. y estoy más pálida
que la hierba, y me parece que me falta poco
par estar muerta.
Safo de Lebos

El bosque de las mujeres amadas de Mariela Laudecina es un poemario potente e intenso que vislumbra un cuerpo, en un paisaje. Ese paisaje es la arboleda mullida que extiende su piel, las ramificaciones arbóreas son sus pensamientos, las raíces enredadas la detienen y expulsan; ella misma es cada  hoja de ese monte.
El bosque se presenta como un espacio indeterminado, es la potencia creadora y extraña para concebir, ser y existir; la materia antes de la forma, la verborragia antes del lenguaje. La mujer hechicera de los poemas se constituye a sí misma en ese espacio de  indeterminación, sólo allí, donde no hay reductos formales puede ser todas esas mujeres que imagina.
Esa mujer, o esas mujeres, no encarnan un cuerpo femenino, hablan desde un lugar indiferenciado, una voz que parece ha sido recuperada de la oscuridad. Esos cuerpos  pululan una lengua posterior al acontecimiento, algo sucedió que no puede ser relatado, lo que se habla, lo que se enuncia son restos antiguos, fragmentos, de una densidad arbórea generadora.
En el bosque, donde las mujeres se desprenden como frutos o flores, la luz y la oscuridad no tienen un sentido moral, simplemente describen la geografía, el tránsito de una morfología a otra. El espacio es ambiguo se expande desde una interioridad voluptuosa, incendiaría y descontrolada.  Ese bosque es sediento y provocativo, acecha, no destruye a la mujer por el contrario logra crearla, obviando la regla dual del hombre, de lo opuesto. La mujer puede escapar del bosque pero al hacerlo se vuelve solitaria. El bosque determina diferentes versiones de una geografía que se torna inalcanzable, grande, fastuosa, en él los puntos cardinales se desvanecen y la materia fecunda es pura maravilla.

El bosque de las mujeres amadas es el camino trazado por la voz de la poeta en la inmensidad de su propio cuerpo sangrante y real, es una percepción del continuó nacer y morir de la materia a pesar de su aparente estabilidad. Las mujeres del poema reponen la potencia de lo femenino aunque no encarnan ninguna clase de estereotipos. Ellas, todas las mujeres, habitan una voz, que a su vez mora en la poeta, parlante de hojas y raíces.