Las intemperies del Mar
Diego Roel
Editorial de todos los mares (2017)
4
¿Qué turbio río nos llevó?
La frase escrita en un muro
Debajo de la rueda hace girar al tiempo,
Debajo del arco donde duermen los caballos.
¿Qué mano nos retiene y suelta?
El sol se sumergirá detrás,
dice la voz,
en la mejilla de un cetáceo.
Materia y despojo
El Timeo es un fascinante libro de Platón
donde imagina una cosmogonía musical y el nacimiento del universo, las esferas
en la más plena armonía. Todo lo que existe es contemplado en ese origen
exacto, de números y partituras; también, el ser como unidad de lo que existe,
se vislumbra. El ser se define como una medida exacta en lo ilimitado, un
fragmento del todo que se condensa en esos límites. Ser es, necesariamente, poseer
una forma determinada en el gran contenido de lo que hay.
En el
hermoso poemario de Diego Roel, también existe una medida para el ser y una
extensión para esa materia infinita. Se dispone un juego lógico pero extraño
donde el mar y sus versiones paisajistas se congregan en la dispersión de lo
abierto, y la palabra es la voz certera del ser que distingue en los límites.
Esa forma o dibujo proyectada como habla, vocablo o lengua no es estática,
viaja, recorre un mundo se ordena a la intemperie, ese ser experimenta las
oleadas de un vaivén interior, de una imagen de sí mismo que no se detiene. La
luz, la ceniza, el rayo, la piedra, la sombra, la niebla y el aire modifican la
dimensión superficial del ser, el habla, sin embargo, retiene lo igual y en esa
dialéctica las intemperies del mar, son un mundo.
En cada
viaje por ese extenso mar de la materia la transformación opera múltiples
operaciones, el ojo del poeta es un portal de direcciones fugaces, certeras,
solitarias. Como un fotógrafo en tierras desconocidas reconoce cuerpos y
escenas en “la escarcha”, por ejemplo: Los
niños descienden al jardín donde los muertos cultivan la flor de la distancia.
La memoria, el fragmento discontinuo de la conciencia, se acopla a ese ser que
habla y se afirma en cada singularidad descubierta. Entre esos vaivenes de
materia y ser, de igualdad y transformación se construye un espacio poético,
una vibración intuitiva de la presencia.
Los
lugares, las cosas, el paisaje son también pequeñas y micro-medidas en el
horizonte expansivo, aunque contenido, del ser. Los ojos
y la lengua construyen y pronuncian la imagen y la palabra, la huella que se
adosa a nosotros para alojar en nosotros el afuera. Inclusive a las intemperies
arrasadoras, con sus sinuosas barrancas de despojo.