El bosque de las
mujeres amadas
Mariela Laudecina
Editorial Buena Vista
Se evapora la
embriaguez
y se abandona el
bosque
Respiramos largo
con la sensación
injusta
de haber trabajado
y no haber sabido
para quien
Lo confunden con el
jardín de las Delicias
nada más alejado
Nos adentramos en la
espesura
sin preguntar
eso sí
capaces de la
erupción
dolorosa de lo que
nace
En su boca las raíces
florecen
Un sudor frío me resbala hacia abajo y un estremecimiento
se apodera de todo mi cuerpo. y estoy más pálida
que la hierba, y me parece que me falta poco
par estar muerta.
Safo de Lebos
El bosque de
las mujeres amadas de Mariela Laudecina es un poemario potente e intenso
que vislumbra un cuerpo, en un paisaje. Ese paisaje es la arboleda mullida que extiende
su piel, las ramificaciones arbóreas son sus pensamientos, las raíces enredadas
la detienen y expulsan; ella misma es cada hoja de ese monte.
El bosque se presenta como un espacio indeterminado,
es la potencia creadora y extraña para concebir, ser y existir; la materia
antes de la forma, la verborragia antes del lenguaje. La mujer hechicera de los
poemas se constituye a sí misma en ese espacio de indeterminación, sólo allí, donde no hay reductos
formales puede ser todas esas mujeres que imagina.
Esa mujer, o esas mujeres, no encarnan un cuerpo
femenino, hablan desde un lugar indiferenciado, una voz que parece ha sido
recuperada de la oscuridad. Esos cuerpos pululan una lengua posterior al acontecimiento,
algo sucedió que no puede ser relatado, lo que se habla, lo que se enuncia son
restos antiguos, fragmentos, de una densidad arbórea generadora.
En el bosque, donde las mujeres se desprenden como
frutos o flores, la luz y la oscuridad no tienen un sentido moral, simplemente
describen la geografía, el tránsito de una morfología a otra. El espacio es
ambiguo se expande desde una interioridad voluptuosa, incendiaría y
descontrolada. Ese bosque es sediento y
provocativo, acecha, no destruye a la mujer por el contrario logra crearla,
obviando la regla dual del hombre, de lo opuesto. La mujer puede escapar del
bosque pero al hacerlo se vuelve solitaria. El bosque determina diferentes
versiones de una geografía que se torna inalcanzable, grande, fastuosa, en él los
puntos cardinales se desvanecen y la materia fecunda es pura maravilla.
El bosque de
las mujeres amadas es el camino trazado por la voz de la poeta en la
inmensidad de su propio cuerpo sangrante y real, es una percepción del continuó
nacer y morir de la materia a pesar de su aparente estabilidad. Las mujeres del
poema reponen la potencia de lo femenino aunque no encarnan ninguna clase de
estereotipos. Ellas, todas las mujeres, habitan una voz, que a su vez mora en la
poeta, parlante de hojas y raíces.
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