El jardín de las flores verdes con tallos azul cerúleo
Líquido es, por definición, lo que prefiere
obedecer al peso para mantener su forma,
lo que rechaza a toda forma para mantener su peso.
Francis Ponge
El jardín
de la niña que Sergio Cuenca nombra es una niña asombrada en la naturaleza,
ella transforma las cosas de su entorno como una pequeña hada, hechicera o
quizás simplemente como una niña que juega. En el recorrido por “el jardín de
flores verdes con tallos azul cerúleo” la magia deviene realidad. Su fórmula
proviene de una alquimia secreta entre los espejos y el agua; al disolver la
materia reflejante de los espejos, mezclarlos en un recipiente, un brebaje
extraño aparece. La niña observa, investiga nuevos colores, variadas combinaciones
nacen de su experimento. Lo que antes era sólido ahora es líquido, agua como
acuarela para que beban los gatos del jardín.
Los espejos
son sustraídos de la casa materna, día a día la madre sorprendida ve
desaparecer sus reflejos en las líquidas alteraciones de su hija. La niña
descubre la fuente de la duplicidad y la creación en el seno de su precursora,
entonces, ella también se dispone a la continuidad del misterio con sus
pequeñas intervenciones coloridas entre flores, tallos y gatos.
Los gatos
beben la pócima y su efecto los convierte en acuarelados animalitos que se
confunden con las plantas, el espejo no olvida su condición mimética y en su
bifurcado acecho imaginario, todo se redobla. La niña recorre el jardín y esas
pinturas líquidas se balancean coloridas en las páginas del libro. Sergio acude
también a la alquimia de la reproducción, dibujando, pintando y escribiendo
sobre páginas espejadas que lo reflejan en su hermoso jardín de flores verdes
con tallos azul cerúleo.
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