viernes, 27 de julio de 2018

Qué lindo


Qué lindo
Roberta Innamico

Zindo & Gafuri
2015

Me hago un collar de fideos
un collar largo
que haga ruido
bajan fideos
como gotas
por la lana
manguitos de fraile
también me hago una pulsera
con los fideos
y todos se enteran
cuando muevo las manos
si tuviera las uñas largas
me las pintaría de rojo
y golpearía las mesas
las tazas
las cosas de vidrio
como una lluvia suave
una pétalo de malvón
pegado con saliva
en la mejilla
es una lágrima blanca
una tristeza de amor.



Es hermoso, hermoso. Me siento frente a la pantalla después de tomar unas fotografías a Simón detrás de la ventana y lo observo intentando manejar su pequeña bicicleta; frunciendo las cejas me mira e insiste con los pedales un poco rígidos, yo gesticulo mis labios ampliamente y le digo: sos hermoso, hermoso. Es imposible no fascinarse con ese mundo infantil, esa intensidad de la experiencia que congrega toda experiencia humana que también se proyecta a los animales y objetos, sombras y reflejos, como si cada relación fuera un gran acontecimiento. El mismo patio y el sol serían cualquier patio y cualquier sol sin Simón circulando con su atuendo invernal y su artefacto ciclista. Hay algo de esa imagen, de lo que sucede, que me traslada apaciblemente a mi propia a infancia, al mundo tal como se veía en aquella época. Los poemas de Roberta Innamico tienen esa misma intensidad temporal, un pequeño bucle que recorre y juguetea con la infancia. Sus poesías tienen ese poder de ubicar en escena ciertas cosas, anécdotas o pensamientos que transforman lo real, el presente se superpone con acciones y palabras propias de un mundo que aflora: El baldío es abierto como un mar / lo cruzamos yo y mi amiga / el burro por delante / pinchan los yuyos en las patas sin medias.
Qué lindo es un libro que reúne diversos poemarios, el conjunto completo funciona como un compilado para recorrer lugares vedados por el presente. La manera en que Roberta nos habla, su inventario rítmico del mundo acecha contra la aceleración, es necesario detenerse y suspirar para poder leer. El poema es un juego, la pequeña bicicleta en el vaivén de sus pedales, su lógica emancipa las orillas extenuadas de nuestro espacio, de nuestro añorado baldío. La niña que habita esa escritura inventa su propia casa, su lengua extraña para comunicarse con los animales, se transforma con sus joyas y colores, subvierte la norma de la razón y atraviesa maravillada portales que llegan hasta mí y hasta vos.  





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