Triza
Valeria
Pariso
Editorial de todos los mares
2017
La
flor pegada en la pág. 50.
El
polvo de la flor en la 51.
Tus
dedos
tratando
de levantar la flor
sin
que se rompa.
La
forma en que se ahoga la tristeza
cuando
lográs tener
la
flor
entre
tus manos.
Otra
vez la misma flor y late el mundo.
Cuántas
formas de volver tiene la ausencia.
Algunos elementos o cosas aparecen y
dibujan a lo largo de Triza, el libro
de Valeria Pariso, un caleidoscopio de flores y viento, piedras y fuego. La
imagen forma una singular interpretación morfológica: algo roto o destrozado no
siempre muere, habita el mundo desde otra perspectiva, se adapta a esa nueva
anatomía, se camufla en el dolor de sus heridas y existe disponiendo para sí
novedosas versiones de lo que fue.
Las manifestaciones naturales condensan
pequeños paraísos artificiales, ellos dan cuenta de estrategias para
sobrevivir, simples mecanismos vinculados a su aspecto y a sus impulsos; la
fragilidad de un pétalo, la fortaleza del tallo y de cómo resisten al viento o
la ausencia. Sin embargo, la autora nos advierte que toda realidad, toda
consagración al orden, puede ser derribada en un instante, por una mínima potencia
o un impulso, gestante de suspiros: Tardes
donde un gesto levísimo / podría demoler un jardín.
Cada nueva forma del presente parece
construirse sobre un modelo anterior, una nostalgia y la pérdida de un paisaje
afectivo, añorado y distante. Anteriormente todo lo conocido respondía a una
latencia vital, a una continuidad deseada y ahora, ni siquiera, la memoria dispone
de una versión nítida, por el contrario, se presenta como un palimpsesto de
posibilidades y tiempos, vociferando en el poema, sus múltiples trizas. Sin
embargo, aún aguarda el futuro, quizás la última morada, en el vendaval de un
jardín, en la espera, en el designio o la palabra amor correspondiendo, otra
vez.
En el libro, una impresión metafísica
abunda, la sensación de que forma y contenido se pertenecen en la experiencia
del dolor. El lenguaje se repliega una y otra vez entre las astillas de un evento
intangible y es allí donde el cuerpo asoma, rasgado. Toda emanación se nutre de
la herida, esa physis primigenia destemplada
en la lengua prolífica.
En los poemas de Valeria Pariso lo
predecible zigzaguea el tiempo, se confunde entre sus escamas inciertas.
Existen ebulliciones de intensidad, coordenadas disonantes pero ese mundo roto
lentamente se instala y emana sus preguntas, inventa un relampagueante
horizonte.
¿Cuántas morfologías resiste el amor,
cuántos collages de espejos confundidos, narcisos y extraños? El cuerpo pregunta
y ofrece gestos antiguos, mapas para un mundo roto. El cuerpo se fascina incorporando
gestos frente al impulso silencioso del tiempo.
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